Seis meses después de salir llorando del Barça es un futbolista irregular en su juego, sin ritmo, con poca capacidad para el desequilibrio y falto de gol. El cambio es brusco para la familia del argentino y está costando más de lo que podía esperarse en un futbolista de 34 años y con experiencia. Los únicos momentos de felicidad que encuentra es cuando viaja a su país y las esporádicas visitas a la Ciudad Condal.
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